Salta se vistió de fiesta con la multitudinaria celebración del Señor y la Virgen del Milagro. Cientos de miles de peregrinos se congregaron en la catedral, reafirmando esta festividad como una de las expresiones de fe más importantes de Argentina. La tradición, que se remonta al siglo XVII, conmemora la protección divina tras los terremotos que azotaron la región.
Desde distintos puntos de la provincia y del país, los fieles recorrieron largas distancias, algunos durante semanas, cumpliendo promesas y demostrando un fervor inquebrantable. La celebración fusiona fe, promesa y memoria colectiva, marcando un hito en el calendario religioso nacional.
Autoridades eclesiásticas y funcionarios provinciales destacaron la magnitud de la movilización y la disciplina de los peregrinos, quienes llegaron a la capital salteña a pie, a caballo o en bicicleta, tras recorrer trayectos que superaron los 200 kilómetros. El domingo, se renovó el Pacto de Fidelidad, seguido por la solemne procesión encabezada por las imágenes patronales, el corazón litúrgico de la fiesta.
El gobernador Gustavo Sáenz acompañó a los fieles durante la caminata, sumándose a esta manifestación popular y religiosa. En sus declaraciones, Sáenz resaltó el ejemplo de los peregrinos como una fuente de inspiración para superar los desafíos y construir un futuro mejor.
El Milagro: Más que una Fiesta, un Pacto que Interpela
En un contexto nacional marcado por la incertidumbre económica y las tensiones políticas, Salta se erige como un faro de fe y esperanza. La 332ª procesión del Señor y la Virgen del Milagro congregó a miles de personas, desde peregrinos que partieron desde Santa Victoria Oeste hasta delegaciones provenientes de Catamarca, Jujuy, Tucumán e incluso Perú.
El Monumento 20 de Febrero fue el escenario de la renovación del pacto de fidelidad, un acto central que reúne a familias enteras, niños vestidos de ángeles y vendedores ambulantes, convirtiendo el rito en un espacio popular y callejero. El Milagro es, a la vez, un rito solemne y una fiesta popular que trasciende lo religioso y se arraiga en la identidad salteña.